Cuando Enma Green saltó al estadio Luzhniki para disputar la final
del salto de altura, sus uñas no eran punto de interés. La IAAF,
salomónica, intentando apartar la polémica de los focos lo más posible,
había decidido vetar la laca multicolor de la sueca que desató las
declaraciones de una Yelena Isimbayeva desconocida. Imposible imaginar
que la reivindicación llegaría desde dentro, de integrantes del propio
equipo ruso. Menos aún que sería en el podio, con dos atletas del mismo
sexo, Kseniya Ryzhova y Tatyana Firova, ambas oro en el relevo 4x400,
besándose en un claro desafío a la norma ya bautizada como 'anti-gay'.
Como Tommie Smith y John Carlos en México'68, aquel podio de los 200
metros, puño en alto y enguantado, protesta contra el racismo vinculada
erróneamente al movimiento radical de los Panteras Negras. Tal vez el
podio más recordado de todos los tiempos, ahora con un símil ruso en
defensa de los derechos de gays y lesbianas.
Es posible que 'El Zar de la homofobia' sea el apodo menos agresivo
con el que se ha rebautizado a Vladimir Putin desde que el presidente de
Rusia decidiera firmar y dar validez a una nueva normativa que prohíbe
la 'propaganda homosexual', es decir, dar visibilidad a cualquier gesto o
actitud con el que se muestre apoyo o solidaridad con las relaciones no
heterosexuales.
fuente: elmundo.es
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